Nuestro país continúa no planteándose políticas nacionales serias. Después nos morimos de envidia cuando vémos a nuestros vecinos latinoamericanos (caso Brasil) en mejor posición internacional.
Ahora la educación vuelve a ser vapuleada por ideas que, de concretarse, generarían un caos en el futuro de la preparatoria de nuestros jóvenes, y en la perspectiva de los docentes encargados de esa tarea.
En lugar de mejorar la educación parece que buscamos bajar el nivel, para que se diga por ahí que es un país sin deserción escolar y con menos analfabetos. Quizás para que algunos organismos internacionales acerquen subsidios y esas cosas. Pero sí, parece que la idea es mentirle al mundo y mentirnos a nosotros mismos.
Acá hay que plantearse si le sirve a nuestros alumnos. Se dice que se hace por ellos, para bajar el nivel de diserción. Se estudian dos cuestiones: primero, elevar el número de previas para pasar de año (en lugar de dos, tres), y segundo -aún no tan sustanciada- que los alumnos no queden más libres por inasistencias.
No pensaron en programas alternativos de calidad para los alumnos que tienen problemas de aprendizaje o que podrían explotar sus habilidadses en otro tipo de preparación; no quieren invertir en eso, prefieren repartir el dinero entre líderes piqueteros. Tampoco pensaron que bajando el nivel será muy dificil afrontar las exigencias de nuestras facultades y universidades. Quizás no piensan en eso, porque es lo que menos les importa. Docentes con vocación o por dignidad profesional deberían estar atentos y acercar a la comunidad educativa al debate que plantean las ideas de los que son muy hábiles para decidir detrás de un escritorio, pero no conocen la realidad del aula.
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